Hoy tengo el placer de hablar con una gran profesional, un rostro muy conocido de la televisión que ya hace varios años que se adentró en nuestros hogares con su simpatía y su naturalidad característica.
Elisabet Carnicé es vital, divertida, espontánea y apasionada. Hija de uno de los pintores más destacados de nuestra tierra.
Y lleva la cultura a la sangre. Fue quien nos trajo en casa, a través de la televisión, los castellers, una de las muestras culturales catalanas más conocidas universalmente. Y es que ha retransmitido cada jornada castellera con la pasión de quien ama lo que explica. Desde el Sabadell que la ha visto nacer y crecer, descubriremos cómo vive en su casa.
Elisabet, ¿qué es para ti el hogar?
Para mí, el hogar es el espacio donde tú puedes ser tú mismo en esencia. Es donde salen tus vicios y tus preocupaciones, pero también donde afloran tus virtudes y donde puedes soltar la alegría.
Una vez sales por la puerta, te pones la mochila de los compromisos laborales y sociales, y ya empiezas a sentirte presionado por mil y una cosas. Cuando vuelves a cruzar la puerta y entras a tu casa, la mochila se queda en el rellano. Creo que deberíamos intentar trasladar esta forma de ser que tenemos en casa en el resto de los espacios que habitamos en nuestro día a día. En la medida de lo posible, claro.
Eres sabadellense de toda la vida, ¿continúas viviendo en tu ciudad?
He tenido la suerte de que los astros se han alineado para que haya podido mantener este vínculo tan especial que tengo con Sabadell, desde que nací hasta ahora.
Eso sí, exceptuando algún período de tiempo. Hace unos años, cuando había más efervescencia televisiva me trasladé a Barcelona por motivos laborales. Viví un tiempo en Gracia, un barrio que me gusta mucho, con mucha vida cultural y social. Y, por circunstancias de la vida, estuve un periodo corto en Sant Gervasi, en un piso con vistas al Tibidabo que compartía con una amiga guionista. Luego volví a Sabadell, donde tengo la familia y tuve la suerte de encontrar un pequeño nidito en la Creu Alta, el barrio donde nací y donde he vivido casi toda mi vida. Forma parte de mí, de mi personalidad.
¿Cómo recuerdas la primera vez que elegiste una casa?
La primera casa donde viví cuando me fui de casa de los padres fue la de Gracia, que compartía con la pareja de aquel momento. Y luego la de Sant Gervasi. Pero en ambos casos, no fue una elección mía, sino que me adapté a las situaciones.
Así que la primera casa que he escogido yo de verdad es la de ahora, la de Sabadell. Fue una auténtica suerte encontrarla. Que sea en el barrio de toda la vida hace que tenga un significado especial para mí; me siento muy arraigada a allí.
Si tuvieras que explicarnos un recuerdo de entre todas las casas donde has vivido…
Aparte de la familia y las parejas, siempre tengo presentes las mascotas. Me encantan los gatos, siempre han sido mis compañeros de viaje y de hogar. He tenido tres, ahora tengo un persa adoptado y se puede decir que mientras no tenga la casa cien por cien arreglada, tengo la custodia compartida con mis padres.
Pero, hablando propiamente de las casas, de donde tengo más recuerdos es de la de mis padres. Era una casa de estilo inglés, bien, de hecho, eran dos casas de estilo inglés juntadas. Muy estrechas y con poca claridad, pero cuando unimos las dos, se convirtió en una casa preciosa y con mucha luz natural. ¡Ah! Y recuerdo muy bien que, mientras estaban arreglando la casa nueva, vivimos durante casi un año en una casa antigua, destartalada, con un patio donde todo estaba seco. Era pasajero, pero la verdad es que me marcó mucho. El lavabo estaba fuera, en el patio, ¡imagínate! Yo era muy jovencita y me daba un poco de vergüenza que vinieran los compañeros del cole. ¡La veían como una casa encantada!
Eso sí, cuando abrimos la puerta de la casa nueva fue como entrar en el cielo. Tenía un jardín, inmerso en la naturaleza, desde donde se oían los pájaros. La verdad es que he pasado muchas y muchas horas en este pequeño paraíso de casa.
¿Qué es lo que más valoras cuando buscas una casa?
¡Sin duda, la luz! Para mí es esencial, te alimenta día a día, te hace ver las cosas de otro modo. Y emocionalmente, a mí me afecta mucho. Los días grisáceos, por ejemplo, ya me noto diferente solo levantarme, me falta la energía. Y si se puede tener una terraza con unas buenas vistas, ya es el summum.
¿Te ves dejando tu ciudad para vivir más cerca del mar o de la montaña?
No exactamente, aunque, es verdad que siempre he tenido el gusanillo de ir a vivir a otro país. Más que mar o montaña, lo que me gustaría es vivir en otra cultura, en el extranjero. Eso sí, siempre con la intención de volver a Sabadell. Aquí estoy en mi casa, eso lo tengo claro.
¿Eres más de estilo minimalista o de llenar la casa de muebles?
Cuando entré en este piso, con tanta luz y con unas paredes tan blancas, tuve claro que tenía que poner pocos muebles, poca decoración; que quería que fuera minimalista, vaya. Pero, sin saber muy bien cómo, se ha ido llenando y llenando. Cada mueble, cada objeto, tiene una historia y la verdad es que no quiero deshacerme de ninguno. Así que, lo que tenía que ser un piso bastante «pelado» ha acabado siendo todo lo contrario.
¿Hay algún objeto que siempre te has llevado a todas tus casas?
El arte y la cultura siempre se mueven conmigo. Y los cuadros de mi padre también, por supuesto. Ah, y siempre debe haber, como mínimo, un ángel en algún rincón. En este piso tengo bastantes y, de hecho, aún descubro alguno que mi padre ha dejado escondido en su última visita.
Y velas. Siempre tengo velas.
A la hora de decorar, ¿te gustan los tonos cálidos o los fríos?
En los pisos con mucha luz (como en el que vivo ahora) creo que el blanco es el mejor, aunque también me gusta romper un poco la monotonía cromática y pintar alguna pared de un color diferente. De momento aún está muy blanco, pero estoy en proceso de darle color, porque el color es parte de mi vida, de mi personalidad.
Teniendo un padre artista y pintor, ¿tienes un espacio para pintar o crear?
Sí, tenemos un estudio no muy grande, donde conviven mis libros, los objetos de todo el mundo que he ido acumulando en viajes y el material de espectáculos que hemos montado y también las miniaturas de coches clásicos de mi compañero. Nos queda poco espacio, pero aun así lo utilizamos. Ahora mismo hay un rompecabezas de 1.000 piezas de la cara de Frida Kahlo que ya hemos terminado y que quiero colgar en alguna de las paredes.
¿Y tú también pintas?
La verdad es que me lo han preguntado muchas veces y, aunque de momento todavía no me he puesto a ello, no lo descarto más adelante.
Pero tengo claro que lo que he heredado de mi padre es la mirada artística. Todos mis proyectos de televisión han estado ligados con la cultura y con Cataluña y creo que, en cierto modo, son la continuidad de los viajes que hacía con él cuando era pequeña. Íbamos por todas partes, en cualquier lugar del territorio, con el caballete en mano, para que él plasmara lo que veía en una nueva obra de arte. Cuando pienso en cómo idear un vídeo, o escribir un guion, lo veo como si fuera un cuadro. Pienso en imágenes.
Eres muy ordenada… ¿o tienes tu orden?
¡En el caos está el orden! Siempre sé dónde está cada cosa, aunque para los demás pueda parecer un revoltijo. Es verdad que tengo que poner orden en las estanterías porque soy muy de guardar recuerdos, como botellas de vino que me remiten a un momento especial, por ejemplo. Tengo una botella de un Montsant que me encanta, un Blau, ¡que además sé que es tu vino favorito! Tengo una por cada año de relación con mi compañero, porque el azul, además de ser un color que me apasiona, para mí está cargado de significado. ¡Como los angelitos que tengo por casa!
Y ahora sí, tu rincón favorito es…
Sin duda, el patio o la terraza. Para mí, es fundamental cargarme de energía con la luz del sol para poder encarar el día con fuerza.
Antes de terminar, déjame preguntarte por tu gran pasión: los castells. ¿Volveremos?
¡Los castellers volveremos a las plazas! Este es el emblema que lucen muchos pañuelos ahora mismo. Volveremos a hacer castells, los volveremos a ver y volveremos a tocar el cielo con la mano, con este espíritu de superación que nos caracteriza. ¡Somos patrimonio cultural inmaterial de la humanidad! Y lo haremos con los valores del mundo casteller que, a nivel personal, siempre intento aplicar a la vida en general: fuerza, equilibrio, valor y cordura.