Hoy me hace mucha ilusión hablar con uno de los actores más conocidos y queridos de Cataluña. Lleva toda su vida sobre un escenario, delante de una cámara o dentro de un estudio, poniendo voz a actores de tanto renombre como Woody Allen o Rowan Atkinson.
Y es que, para mucha gente, Joan Pera y Woody Allen podrían ser la misma persona. Pero más allá de esto, ya hace 27 años que, ininterrumpidamente, se gana la simpatía del público del Teatro Condal. Éxito tras éxito, durante muchos años junto a su amigo Paco Morán y luego en solitario.
Pocos actores pueden presumir de una trayectoria como esta y él, que podría, no lo hace. Siempre ha sido una persona cercana y afable, que no ha dado ninguna importancia al éxito ni a la popularidad porque lo que verdaderamente le importa es la vida.
Joan, ¿qué es para ti el hogar?
Es mi equilibrio, el punto de refugio. La vida es lucha y el hogar es refugio y, en mi caso, que tengo seis hijos, es el punto de reencuentro con la familia.
Eres de Mataró, ¿continúas viviendo en tu ciudad?
¡Sí! Bueno, de hecho, técnicamente mi casa es en Argentona, pero los de Mataró y los de Argentona siempre hemos vivido mezclados. Es una cuestión de término municipal. Pero de corazón, vivo en Mataró.
¿Cómo recuerdas la primera vez que elegiste una casa?
¡Hace 50 años ya, cuando nos casamos con Meri! Yo no tenía un sueldo fijo y, por ello, no podíamos pensar en comprar una casa y buscamos una de alquiler. Tuvimos suerte porque quedó vacío un ático frente al mar, muy cerca de casa de mis padres. Fue una maravilla.
¡Recuerdo la alegría de tener agua caliente! ¡En casa los padres no teníamos! Lo arreglamos muy a nuestro gusto, sencillo, pero con cosas importantes para ambos. Vivimos allí unos 12 años, hasta que tuvimos los 3 primeros hijos. Entonces, a través de una cooperativa, compramos la casita donde ya hemos vivido siempre.
Seguro que por trabajo has viajado mucho, tanto dentro como fuera de Cataluña. ¿Qué recuerdos guardas de las casas donde has vivido?
Pues la verdad es que he trabajado en el resto de España en alguna ocasión, pero la mayor parte del tiempo he estado trabajando en Cataluña. Me la conozco muy bien, y estoy enamorado de ella. Me fascinan especialmente las casitas típicas de Olot, de Súria, de Girona y de muchos otros lugares donde en los que es una maravilla vivir, aunque sea durante un periodo corto de tiempo.
El encanto de los pueblos es difícil de igualar.
¿Qué es lo que más valoras cuando buscas una casa?
La luminosidad es muy importante. Cuando voy en casa de alguno de mis hijos que viven en Barcelona, en el barrio antiguo, me cuesta mucho acostumbrarme a no ver el sol. Y el barrio es fantástico y hay de todo, pero me falta la luz.
Para mí, lo de salir de casa de madrugada y poder ver como sale el sol y se va haciendo de día, es vida.
Muchas de las obras que has representado pasan en una casa. ¿Cómo era la casa de la Extraña pareja? ¿Y la de La Jaula de las locas?
En La Extraña Pareja era una casa de diseño. De hecho, la había ideado un hijo del arquitecto Buïgas y todo era muy moderno y fashion. Y la de La Jaula de las Locas era una mansión muy especial porque sus propietarios eran dos gais muy extremados que, cuando los visitan los futuros consuegros, deben cambiarlo todo para disimular. ¡Era una locura! ¡Y la casa también!
Tú que has sido la voz de Woody Allen, ¿cómo imaginas su casa?
De hecho, aunque no he estado nunca en su casa, puedo decir que es muy como él.
En su último libro A propósito de nada explica que, cuando al cabo de unos años ya era suficientemente rico para comprarse un ático espectacular y carísimo a los alrededores de Central Park en Nueva York…había goteras y tenía que ir con cubos por toda la casa para recoger el agua. ¡Woody Allen en estado puro!
¿Tu casa es más minimalista o cargada de muebles?
¡En mi casa hay de todo!
Primero porque está llena de recuerdos míos, pero además, teniendo 6 hijos, todavía hay cosas de todos ellos: ropa, cosas de la escuela, aquellos típicos trastos que no se llevan pero que tampoco te dejan tirar… En fin, de todo.
De hecho, estos meses que nos hemos tenido que cerrar en casa, he pensado mucho y me he parado a observar cada detalle, cada objeto, cada cuadro, cada premio, cada libro… Para que todo, absolutamente todo en nuestra casa, tiene una historia detrás, no hay nada gratuito. Y me ha hecho pensar que, con todo lo que he hecho, ¡quizás me he hecho mayor!
Y ahora que vuelvo a estar en el teatro, en el mismo teatro donde hace 27 años que actúo ininterrumpidamente, donde mi camerino es mi casa y está lleno de objetos que me han ido regalando, pienso que el camino que he hecho ha sido largo e intenso.
A la hora de decorar, ¿te gustan los tonos cálidos o los fríos?
Me sabe mal, pero soy de tonos cálidos. Digo que me sabe mal porque el blanco es la modernidad, pero en mi casa tiene que haber tonos cálidos. El lugar de vida, de encuentro, debe ser de un color de calor.
¿En casa tienes un lugar donde ensayas tus guiones?
¡Sí, claro! Tengo un despachito tan lleno de cosas que a veces pienso que, si alguien entrara, me regañaría por desordenado. Porque tengo tantas obras de teatro, videos, discos de música y papeles, que es un auténtico desastre.
Es un espacio pequeño, pero con luz y con vistas a la naturaleza. Me siento muy a gusto allí. También tengo mi estufita, porque calentar toda la casa tarda mucho y, además, mi mujer refunfuña.
Durante la pandemia tu casa ha sido el centro de una serie de vídeos: Los Pera confitados. Cuéntanos cómo ha sido la experiencia.
Sí, además, coincidió que mi hijo Roger, que vive en Barcelona, se instaló con nosotros durante el confinamiento. Nos vino muy bien a todos. A él, porque estaba acompañado, y a nosotros porque se hacía cargo de comprar y así no teníamos que salir. Y allí, encerrados en casa, nos inspiró para hacer los vídeos y pasar el rato. Y la verdad es que nos reímos mucho y fue una forma de llevar mejor la situación e intentar alegrar un poco los días al resto de gente.
Eres muy ordenado… ¿O tienes tu orden?
Mira, yo vengo de una época en la que por la educación que recibíamos, la verdad es que los chicos no éramos muy ordenados. En casa éramos cuatro hermanos, todos chicos, y la pobre madre iba detrás nuestro recogiéndolo todo. Ahora esto ha cambiado, por suerte, y hago lo mismo que mi mujer. Lo que más pereza me da es hacer la cama. ¡Esto de tener que ir de un lado a otro es muy pesado!
Y ahora sí, tu rincón favorito es…
El mío y el de la Meri es la sala de estar. Tenemos dos sillones donde nos sentamos los dos y, cuando vienen los hijos y los nietos, todos se ponen en el suelo, sobre una alfombra que tenemos allí mismo. Hay una chimenea que, aunque mi mujer se queja por la suciedad, la encendemos cuando hace frío y estamos todos juntos en aquel rincón, es muy acogedor.