Hoy tengo el placer de hablar con una gran mujer a la que admiro. Ella es una gran madre, escritora y pediatra. Es una persona de gran sensibilidad, una luchadora incansable por garantizar los derechos de los niños, explicadora de historias y con un gran potencial para comunicar. Ha encontrado en la escritura una forma de comunicar y transformar lo que vive en historias que cautivan. Sus libros te abren en todo un mundo, donde cada uno de nosotros podemos reencontrarnos unidos por sentimientos comunes. Y hablar con ella es inspirador y revelador.
¿Cómo te defines?
Soy un culo inquieto. Me gustan los retos y explorar nuevos terrenos. Soy capaz de entusiasmarme con casi cualquier proyecto. Vivo las ciencias como un estímulo y las letras como un refugio.
– ¿Qué es para ti el hogar?
Para mí, el hogar son las personas que quiero. Mi casa son ellas.
– ¿Cómo descubriste tu vocación?
Intentaba recuperar algo de espacio propio después de haber tenido tres hijas y la escritura acabó siendo mucho más que eso.
– Hablando de las primeras veces… ¿Cómo fue la primera vez que escribiste un relato?
Pues fue asombroso y divertido a la vez. La cotidianidad y las alocadas ideas se dieron la mano para construir una pequeña historia en la que los personajes eran mucho más importantes que la trama.
– ¿Cómo fue la primera vez que presentaste tu primer libro? Muy emocionante. Fue en la Pebre Negre, la librería de mi barrio. Se reunieron un montón de personas queridas y acabamos cantando juntas un poema. Mágico, por completo.
– ¿Cómo fue la primera vez que escogiste tu casa?
Pues lo recuerdo perfectamente. Entramos a ver un piso donde todavía vivía la familia que se le vendía. Estaba por la noche. Prácticamente sin pisarlo supe que quería vivir allí
– Yo creo que eres de las mujeres que se van construyendo a sí mismas. ¿Cómo fue y cómo es tu propia construcción diaria?
Siempre estoy en movimiento. Intento estar atenta a cualquier oportunidad de aprender y descubrir. Reflexiono sobre todo lo que siento y también sobre lo que ocurre a mi alrededor. Nunca suelo elegir el camino más fácil.
– Has estado muchos años en el mundo de la atención hospitalaria y primaria… ¿Qué recuerdo guardas?
Tengo un recuerdo muy especial. Ha sido una etapa importantísima en mi vida. Me ha dado la oportunidad de conocer a mucha gente interesante, de compartir dudas, inquietudes y experiencias. El hecho de acompañar a personas me ha hecho ser quien soy.
– Viviste de cerca la pandemia. Fue para nosotros nuestros héroes y heroínas… ¿Cómo lo viviste tú desde dentro?
Durante la pandemia me tocó elaborar un montón de protocolos y contribuir a la estrategia para mantener la escuela y las actividades de ocio abiertas. Fue una época de trabajo extremadamente intensa, de nervios, pero también de trabajo codo con codo y construir desde cero.
– Hace ya un año que estás inmersa de lleno en el mundo de la educación. Ya de pequeña vivías rodeada de este mundo… ¿Qué recuerdos guardas?
Mi madre trabajaba en el ámbito educativo. La recuerdo currando mucho y siempre defendiendo a los más vulnerables. Yo era una niña de escuela. Tengo muy buen recuerdo, siempre con los ojos abiertos, descubriendo a otros niños que vivían situaciones muy complejas. De muy pequeña fui consciente de las enormes diferencias sociales y de cómo impactaban en nuestras vidas.
– ¿Qué quieres aportar en esta nueva etapa a la dirección del Departamento de Educación Inclusiva?
Mi objetivo es trabajar para garantizar los derechos de los niños y niñas, sobre todo de los que más lo necesitan. Intento potenciar el trabajo en red y escuchar atentamente a la comunidad educativa antes de tomar decisiones.
Llega un momento que te inscribes en un curso de la Escuela de la Escritura. ¿Qué te llevó a adentrarte en este mundo?
La comunicación es uno de mis puntos fuertes. Siempre he tenido muchas cosas que decir y, como mi padre, he sido una explicadora de historias. La Escuela de Escritura representaba la oportunidad de dar un paso más en esta dirección.
– ¿Qué capacidades debes tener para dedicarte a escribir?
Creo que lo más importante para escribir es tener cosas que contar.
– Tu primera novela fue Vientres de papel donde hablas sobre los poderosos vínculos de la maternidad. ¿Cuáles crees que son las ataduras que nos unen con nuestras madres biológicas y las adoptivas?
Para mí son vínculos universales, que trascienden el lugar de origen y el tipo de maternidad. El vínculo entre madres e hijos es como la raíz más gruesa de un viejo árbol.
¿Con este libro te inspiras en tu experiencia vital?
Sí, se trata de un regalo a mi hija mediana, originaria de Etiopía. Como no teníamos ningún dato de su familia biológica, acordamos que yo me inventaría su historia
– La segunda novela es La Muntanya, donde haces un viaje iniciático para descubrir y entender el mundo que nos ayuda entendernos a nosotros mismos. ¿Todo el mundo necesita hacer este viaje de descubrimiento del mundo para conocernos mejor?
No estoy segura de que todo el mundo lo necesite, pero estos momentos de recogimiento, reflexión y encuentro con uno mismo en las transiciones de la vida para mí han sido muy importantes.
– Y hace poco has presentado La taca, una novela coral de mujeres ligadas a las circunstancias de sus tiempos. ¿Es necesario volver al pasado para poner orden y poder tener fuerzas para afrontar las adversidades?
Hay momentos vitales en los que todo resulta complejo y nos cuesta saber hacia dónde debemos encaminar los pasos. En estas bifurcaciones, a veces necesitamos dirigir la vista atrás para saber quiénes somos, de dónde venimos e, incluso, resolver cuestiones pendientes para poder avanzar.
– También has escrito libros para niños. ¿Cuál de ellos nos recomendarías?
Pues recuerdo con mucho cariño un cuento llamado “Una dragona muy importante”, ilustrado por mi hermano. Es un cuento infantil sobre la lactancia materna y dedicada a las comadronas.
– Una escritora decía que «la escritura es un acto de empatía». ¿Es así también para ti?
Sí, coincido por completo. Para escribir debes ponerte en la piel de tus personajes.
Hablando de las casas: ¿Has vivido en muchas casas? ¿Qué recuerdo guardas de cada una?
He vivido en muchas casas, sí. Me quedaría con dos recuerdos: el rinconcito que había detrás de un gran sofá en casa de mis padres y que era mi escondite preferido y con el balcón de un piso de Olot a través del cual hablaba con los niños del piso de al lado.
– ¿Qué es lo que más valoras cuando buscas una?
La calidez, que pueda convertirse en un nido.
– ¿Te ves dejando la ciudad para vivir cerca del mar o de la montaña?
¡Sí! No sé si de forma definitiva, pero el mar y la montaña representan lugares donde cargar pilas.
– ¿Tienes una casa minimalista o llena de muebles?
La casa no tiene demasiados muebles, pero tampoco la definiría como minimalista. Digamos que es una casa muy vivida…
– ¿Hay algún objeto que siempre te has llevado contigo a todas las casas?
Mis libretas.
– A la hora de pintar una casa, ¿te gustan los tonos cálidos o el blanco?
El blanco. La calidez ya se lo ponemos con todos los trastos que llevamos encima.
– ¿Tienes un rincón de la casa donde te inspiras para escribir?
No, suelo escribir en un bar.
– ¿Eres muy ordenada o tienes tu orden en casa?
Intento ser mínimamente ordenada, pero con tres hijas adolescentes en casa, habitualmente parece haber pasado un huracán…
– ¿Cuál es tu rincón favorito de la casa?
La terraza.
– ¿Qué proyectos tienes para este año 2023?
He empezado a escribir una obra de teatro y tengo una nueva novela en la cabeza que también me gustaría ponerme a escribir antes de cerrar el año.