Marta Fàbregas: «Como fotógrafa, doy mucha importancia a la luz de mi casa, tanto a la natural, como a la iluminación artificial que creas en ella»

¿Cómo definirías qué es el hogar para ti?

Para mí el hogar es el lugar donde te sientes segura, donde puedes desconectar y aislarte un poco del entorno, pero sobre todo, es donde te sientes segura tanto física como emocionalmente.

Ahora vives en Sant Cugat, pero eres de Barcelona. ¿Qué echas de menos de la capital?

La verdad es que, como tengo el estudio en Barcelona y voy allí cada día, no echo nada de menos en concreto. No me he desconectado ni desvinculado mucho.

Pero sí que es verdad que me he implicado de manera especial con Sant Cugat. Es la ciudad donde han nacido y crecido mis hijos. Además, presido una asociación de mujeres emprendedoras, la Xarxa de Dones Emprenedores de Sant Cugat (XDESC), y, por tanto, soy muy activa con el tejido social. Es mi ciudad de acogida y la quiero mucho y me parece un lugar maravilloso para vivir.

Hablemos de lo que te apasiona: la fotografía. ¿Recuerdas la primera vez que hiciste una foto? ¿Cómo empezó todo?

Sí, por supuesto, lo recuerdo muy bien. Mi padre, aunque era economista, siempre había tenido una faceta artística. Cuando yo tenía 5 años, me regaló una cámara Polaroid, de esas que salían las fotos por la parte de abajo, a mí me parecía algo mágico. ¡Aún la tengo!

Además, recuerdo perfectamente la primera foto: fue de mi grupo de amigos en mi fiesta de cumpleaños, todos haciendo la vertical. ¡Y les corté la cabeza! Solo se ven las piernas, pero la tengo en un álbum y la guardo con mucho cariño.

¿Y cómo descubriste tu vocación?

Te diría que siempre he tenido esa vocación. De pequeñita, como a la mayoría de los niños, me gustaba capturar momentos y de adolescente, tenía toda la habitación llena de fotos: con las amigas, yendo de excursión, fotos que recortaba de algún dominical porque me gustaban…

Cuando llegó el momento de pensar en la universidad, quería estudiar Periodismo, pero suspendí la selectividad y, en ese momento de impasse, fue cuando decidí que, en vez de Periodismo, haría Fotografía. La vertiente artística y creativa era la que me atraía especialmente de la profesión. Y me inscribí en el Instituto de Estudios Fotográficos.

¿Cómo ha sido tu carrera profesional?

Enseguida me puse a trabajar y me emancipé muy jovencita, con 21 años. Estudiando Fotografía conocí a Marc, mi marido, y después de un par de años trabajando de ayudantes de fotografía, decidimos abrir nuestro propio estudio, La Fotogràfica.

Con 25 años tuve a mi hija y con 28, a mi hijo. Así que compaginaba la vida de empresaria con ser madre y fueron unos años muy intensos. Y ahora que ya son mayores y tengo más tiempo es cuando he empezado a centrarme más en la faceta artística, sin abandonar a las demás.

Volvemos al hogar. ¿Qué recuerdos tienes de la casa en la que viviste de pequeña?

Lo cierto es que viví en muchas casas durante la infancia. Mis padres se separaron cuando yo tenía solo 8 meses, muy pronto. Papá mantuvo la casa donde vivíamos, pero mamá, por circunstancias personales, vivió en muchas casas. Así que guardo recuerdos de los sitios donde he vivido más tiempo. De la de papá, que era como el lugar de referencia, la casa que siempre estaba allí, y después el piso donde ya de jovencita fui a vivir con mamá, que es el piso de Sant Cugat donde vivo ahora. Fue un cambio importante para mí el hecho de dejar Barcelona para ir a vivir en un lugar que me parecía un pueblo en aquel momento. Una aventura en toda regla.

¿Qué es lo que más valoras de una casa?

Que sea confortable y tenga mucha luz natural. Como fotógrafa, doy una enorme importancia a la luz, tanto a la natural, la que tienes de día, como a la iluminación artificial que creas dentro de casa. Es fundamental para mí.

Si un día te vas de de Sant Cugat, ¿qué elegirías mar o montaña?

¡Cerca del mar! Todas las ciudades que he visitado y que alguna vez he pensado que me gustaría vivir en alguna de ellas son de costa. Aunque, de vez en cuando, necesito ir a la montaña, estar en contacto con el bosque, con el musgo… ¡desconectar! Pero definitivamente, el mar.

A la hora de decorar, ¿eres minimalista o prefieres la casa llena de muebles?

Intento que sea minimalista, pero me cuesta. Por ejemplo, en el estudio tenemos una especie de acumulación de objetos que hemos ido encontrando, que hemos utilizado de atrezo en algún proyecto. Pero debo reconocer que da un poco la sensación del síndrome de Diógenes. Me cuesta desprenderme de las cosas.

Aparte de la cámara de fotos, ¿tienes algún objeto que te haya acompañado en todas las casas?

Seguro que sí, pero ahora mismo no soy capaz de decir ninguno. Lo que sí que hago es recoger piedras en todas partes donde voy y las tengo a diferentes lugares de mi casa. Son como mis recuerdos de viaje, aunque con el tiempo ya no recuerdo de dónde es cada una.

Volvamos a la fotografía. Últimamente solo fotografías a mujeres. ¿Por qué y de dónde te viene la inspiración?

Durante mi carrera siempre he compaginado la fotografía de producto, de retrato o de cualquiera de las disciplinas que se realizan en estudio, con la fotografía más artística. Con Marc hemos hecho proyectos artísticos a cuatro manos como «Encuentros en una silla», que son fotografías de gente de la cultura, que lo hemos mantenido vivo durante años y que hemos expuesto diferentes veces.

Desde hace unos años, podríamos decir que he arrancado mi carrera en solitario y me he dado cuenta de que lo que realmente me inspira son las mujeres. Supongo que es un momento de cambio, un punto de inflexión, cuando cumplo 40 años y decido poner en marcha este proyecto en solitario. Quizá sea una mezcla de crisis de los cuarenta con el hecho de que los niños ya son mayores, de la necesidad de reafirmarme como persona.

A mí siempre me han gustado las fotografías antiguas. Pienso que es como hacer un viaje en el tiempo, ver esas caras, esas personas, y pensar qué estrarían haciendo en aquel momento, cómo vivirían. Tengo muchas acumuladas de todas partes por donde he estado. En ese momento de inflexión, decidí empezar un nuevo proyecto por un tema personal, a raíz de una necesidad, porque veía que si no lo hacía quizás sí que acabaría con una crisis más profunda.

Y así nace “Colonizadas”.

Sí, empecé a buscar en todas esas fotos antiguas que te decía, guiándome mucho por la intuición, sin ningún criterio preestablecido. Cuando tuve siete u ocho elegidas, empecé a reflexionar sobre por qué estaba eligiendo solo a mujeres y por qué esas mujeres en concreto. Y de ahí sale el título de la serie, “Colonizadas”, porque son mujeres colonizadas, no solo por hombres, que también, son colonizadas por la sociedad, por la cultura, por otras mujeres… En definitiva, mujeres luchadoras que han sido colonizadas simplemente por el hecho de ser mujeres, sin importar su condición.

Y recojo reflexiones y voces sobre este concepto. Tú y yo, como mujeres actuales, también somos y lo estamos, colonizadas. Utilizo la fotografía antigua para explicar distintas realidades y quiero provocar llevar a la reflexión a las personas que interactúan con las fotografías. Doy visibilidad a aquellas mujeres anónimas que aparecen en las fotos, a menudo mostradas como algo exótico, porque en su momento fueron silenciadas, fueron utilizadas y, en la mayoría de casos, no sabemos ni su nombre.

¿Utilizas una técnica especial para crear o volver a dar vida a estas fotos?

Sí, podría decirse que deconstruyo la foto original para crear una nueva a partir de las partes de la antigua. La deconstruyo, la transfiero al papel acuarela y recompongo la imagen. Siempre digo que para mí hacer este collage es una forma de explicar que todas las mujeres estamos formadas por muchas partes y que entre todas estas partes conformamos a la mujer que somos.

Volvamos a casa, otra vez. ¿Cómo la tienes pintada, con tonos cálidos o más bien oscuros?

Casi todas las paredes son blancas, excepto alguna de un color piedra o hueso, todo bastante neutro.

¿Eres muy ordenada o tienes tu orden? 

Sin llegar a ser una maniática del orden, sí que me gusta que las cosas estén ordenadas. Me da tranquilidad ver que cada cosa está en su sitio.

Y tu rincón favorito de tu casa es…

No sé si es mi favorito o no, pero donde paso muchas horas leyendo o estudiando es en mi cama. Me pongo sentada, con muchas almohadas y es uno de los espacios donde estoy más cómoda. Supongo que vivir en un piso relativamente pequeño y con adolescentes provoca que haya mucha invasión de espacios: siempre hay alguien en el comedor viendo la tele o con amigos, o haciendo una videoconferencia, en definitiva, mi habitación y mi cama son mi refugio.

Si hablamos de proyectos, explícame con más detalle en qué consiste la asociación de mujeres emprendedoras que diriges en Sant Cugat.

Somos una asociación pequeña todavía, que nos centramos en dar visibilidad a las mujeres emprendedoras de Sant Cugat y ayudarlas en todo lo que implica empezar un nuevo negocio. Creamos red, hacemos charlas, formaciones y nos ayudamos en todo lo que podemos. Emprender un negocio es un proceso muy complejo y exigente, y es necesario tener algo más que una buena idea. Sobre todo, soporte. Y esto es lo que hacemos. Ya somos casi una setentena.

¿Tienes algún nuevo proyecto en mente?

Acabamos de empezar un proyecto con la Fundación Setba y la Fundación Maria Raventós que durará ocho intensas semanas y donde buscamos, a través de la técnica del collage, que las chicas jóvenes se empoderen.

En octubre tenemos la 4ª edición del proyecto «Traspasando el objetivo» en la cárcel de mujeres de Brians, que nos hace muchísima ilusión y la próxima semana, una de las piezas de «Colonizadas» se expone en la Sala Marés.

Ahora mismo también tengo una exposición en Reus y una colectiva en Lleida en el Espai Cavallé. Y como siempre, en Barcelona, en la galería que me representa, la Pigment Gallery, donde siempre se puede ver una obra mía y exposiciones colectivas con otros artistas.