Hoy he quedado en medio del Eixample para hablar con Pere González Nebreda. Estos días he ido descubriéndolo. Detrás de aquel hombre con una mirada alegre se esconde una persona con gran sabiduría y conocimiento. Fue uno de los arquitectos más jóvenes y un emprendedor de su época, haciendo un largo camino hasta convertirse actualmente en presidente de la Agrupación de Arquitectos Expertos periciales y forenses del Colegio de Arquitectos de Catalunya. A través de numerosos artículos y publicaciones profesionales, ha compartido sus experiencias y su larga trayectoria profesional en operaciones edificatorias, urbanísticas, de transacción de inmuebles. ¡A través de sus ojos he descubierto y he hecho otra mirada a mi ciudad!
¿Cómo llegas al sector inmobiliario? ¿Era tu vocación?
Mi vocación era ser arquitecto, quería construir casas. Siempre me ha interesado el hábitat humano, las ciudades, que la gente viva en un lugar adecuado y que tengan una vivienda digna. Estas cosas siempre me han preocupado y, al tener las condiciones para estudiar Arquitectura, lo hice. Un primer paso. Imprescindible.
La arquitectura es un arte muy complejo que requiere del conocimiento de otras muchas ciencias. Vitrubio la definió como el equilibrio entre tres variables: venustas (belleza), firmitas (firmeza) y utilitas (utilidad). De modo que los edificios deben tener la calidad de integrarse en la ciudad conformándola, deben ser firmes, seguros y perdurables. Y deben ser útiles. Lo económico, el valor, es un elemento de necesaria perdurabilidad, de garantía.
Esto me llevó a explorar y estudiar los fundamentos del valor y conocer a fondo la valoración inmobiliaria, la formación de los precios y otros conceptos económicos. Más adelante, ya en el ámbito del urbanismo, profundicé en el análisis económico y la matemática financiera, para poder analizar con rigor la viabilidad y sostenibilidad económicas de las promociones y de las transformaciones urbanísticas. Empecé haciendo valoraciones y me he convertido en un experto de los aspectos económicos del urbanismo y del sector inmobiliario .
¿Y cuándo decides fundar Ceigrup ?
Las valoraciones y el conocimiento del funcionamiento del mundo inmobiliario, donde ya había trabajado, me animaron a hacerme API (en aquella época había que realizarse una especie de oposición en Madrid). A Ceigrup me introdujeron los compañeros API que vimos que la forma de trabajar en la que cada uno tenía su despacho y iba por libre, no era la mejor manera de dar un buen servicio, ni de alcanzar los retos de futuro que la sociedad exigía. Así que empezamos con un grupo pequeño y la iniciativa empezó a crecer hasta llegar a tener más de cien oficinas asociadas. Yo hacía de empresario, de presidente. Un día decidí dejarlo todo porque no quería involucrarme tanto en aquella iniciativa, quería concentrarme en otras actividades. Sigo vinculado, pero sin responsabilidades, porque lo que me gusta del mundo inmobiliario es la arquitectura y el urbanismo y sus aspectos económicos.
Como arquitecto y urbanista, ¿cómo ves las actuaciones que se están haciendo en Barcelona?
Creo que lo que se está haciendo es un atentado contra la ciudad, un modelo que es el plan Cerdà, patrimonio de la humanidad y una auténtica genialidad. Y creo honestamente que lo hacen más por desconocimiento que por mala fe, pero están destruyendo el centro de Barcelona. Si miramos el centro de Barcelona, el Eixample, que es muy grande, es uno de los modelos de ciudad más democrática que existen en el mundo desde el punto de vista del diseño. Homogeneidad, igualdad, mixtura social. Ahora, todo esto lo están desmontando estableciendo diferencias entre calles no suficientemente justificadas.
No es fácil transformar la ciudad para adaptarla a las nuevas necesidades, pero creo que hace falta más reflexión y más consenso. No me gusta esa mirada inconsciente, entendiendo tan poco lo que Cerdà diseñó y porqué lo hizo.
Tienes a tus espaldas una larga carrera como arquitecto. ¿Cuál es esa obra de la que te sientes más orgulloso?
Esto es como cuando tienes hijos, los quieres igual a todos… o puede que no.
Además, cuando miro hacia atrás, cuando reviso las obras que he hecho, pienso que quizá no volvería a hacer ninguna de la misma manera, sencillamente porque ahora pienso de otra forma y dispondría de otros medios. Eso sí, no soy demasiado partidario de la arquitectura icónica que tan de moda ha estado. Por ejemplo, no considero que edificios como la Torre Agbar sean ejemplos de buena arquitectura. No tiene mucho sentido en un país mediterráneo hacer un edificio con todas las fachadas iguales, sin tener en cuenta a qué lado toca más el sol, todo el cristal y todo igual.
No estoy en contra, pero digamos que no me fascina esta arquitectura del start-system. Claro que admiro a los grandes arquitectos, pero no me considero uno. Creo que soy un arquitecto con oficio, que he hecho mucha obra correctamente.
En los últimos años se ha hecho en Barcelona muy buena arquitectura, por ejemplo en el 22@. Buena, actual y sostenible. Es un modelo de éxito, que debería preservarse. Creo que de las tres variables que conforman la obra arquitectónica, la de la seguridad/durabilidad la he superado con nota, la de la utilidad, seguramente la he aprobado, y la de la belleza no soy quien para juzgarla. Es muy difícil conseguir que un edificio emocione, hable. Y más que lo haga durante muchos años.
Este es un elemento diferencial de mi profesión vocacional, la perdurabilidad. Los edificios sobreviven a sus autores, permanecen mientras los autores desaparecen porque son mortales, tanto si los edificios son feos, como si no. No se pueden esconder, los errores en otras profesiones, médicos, pintores, escritores, pueden esconderse, los edificios, no. Es una característica cruel de la profesión, que es necesario alcanzar.
Personalmente me emociono con el Panteón de Agripa en Roma, o el edificio de Mies van der Rohe en Montjuïc, por ejemplo, son obras magníficas, bellas, que perduran. Pero también me emociono frente a siluetas o gálibo arquitectónicos como Cadaqués o Sitges, con paisajes urbanos diseñados y construidos. Y me revelo contra esa corriente, presuntamente ilustrada, y pseudoconservacionista de todo tipo de paisaje que pretende que los edificios no se vean. Últimamente me he encontrado con ese condicional. «Hazlo bien bajito, que no se vea», y cosas así. Es absurdo. Las ciudades deben crecer de forma ordenada, más hacia adentro que hacia fuera, pero cuando crecen deben hacerlo bien, sin esconder el huevo, con edificios dignos, que se vean y que constituyen la nueva ciudad, o la imagen renovada de la ciudad.
Reivindico también su densidad, para poder disponer de los servicios de calidad que garantiza la ciudad densa. El suelo es un bien escaso y no renovable, no se puede desperdiciar. Los edificios de poca altura, las bajas densidades, no se corresponden con las necesidades de nuestro país y nuestra sociedad. Una de las cosas que más ha perjudicado al urbanismo en Catalunya es el paradigma de «la caseta y el huerto», afortunadamente muerto y enterrado.
¿Qué destacarías de las casas que tú diseñas? ¿Cuál es tu marca personal?
En primer lugar, la funcionalidad. Que la gente viva bien en todos los sentidos, no solo significa que las instalaciones funcionen, sino pensando en que sean confortables, en las que la casa tenga una buena ventilación, que haya un espacio para cada cosa o que tenga, por ejemplo, una terraza.
En segundo lugar, la perdurabilidad. Que duren, que envejezcan bien, que el esfuerzo económico de su construcción o adquisición, esté protegido, garantizado. Que tengan futuro. Y que se integren bien en el paisaje urbano, que generen ciudad.
También, la flexibilidad de uso. Las casas van evolucionando porque cambian las necesidades de las personas. Las casas de hace 30 años, pensadas por el modelo de familias de hace 30 años, no tienen sentido con los nuevos modelos de núcleos habitacionales. Se deben hacer casas que sean flexibles, versátiles, para que puedan adaptarse a las nuevas demandas de la sociedad, que son también flexibles y menos estereotipadas que hace años.
Habría que derogar o modificar muchas normas y ordenanzas obsoletas que son un impedimento para que la arquitectura pueda dar respuesta a los nuevos usos. El uso de vivienda y el de oficina profesional es a menudo sobre el mismo espacio. O los usos industriales, comerciales y de oficinas se mezclan en un mismo edificio, y eso que es natural, y que responde a las necesidades actuales, debería ser posible y compatible con una ordenación urbanística más flexible. Ahora no lo es.
¿Cómo deberían ser los edificios que conforman nuestra ciudad?
Un aspecto muy importante para mí es entender que los edificios conforman un patrimonio colectivo: la ciudad. La arquitectura no debe construirse solo hacia adentro, sino también hacia afuera. Se puede buscar la armonía o el contraste, pero debe pensarse en la integración del nuevo edificio en la ciudad. Da igual en qué ciudad vivas, antes un arquitecto u otro lo ha dibujado. No todo el mundo piensa en ello. Hay que entender que la arquitectura está en todo, en cada casa, en cada espacio, en cada calle, en cada plaza. Si no piensas así, puedes caer en la frivolidad de no entender lo que hay detrás de cada casa construida, hay talento, hay sentimientos, hay sensibilidades. Antes de derribar es necesario pensar dos veces, mejor rehabilitar.
Hablamos un poco de tus inicios. ¿Empecaste haciendo edificios para vivir?
Hice algunos edificios en Barcelona y otros puntos de Catalunya, que pasan desapercibidos, es decir, que están envejeciendo con dignidad, pero donde más he trabajado es en la costa y en la zona del Tarragonès. Me enamoré de Altafulla, un pueblo donde a pesar de no haber nacido tengo sentimiento de pertenecer a él. Muchas casas están diseñadas por mí. He trabajado por toda la zona, Torredembarra, El Vendrell, Reus, pero sobre todo allí. Buena parte de las casas de barrio de mar y del paseo marítimo son obra mía y siempre trabajé intentando respetar el entorno y con sensibilidad hacia el pueblo. Tuve la suerte de pertenecer a un pequeño grupo de amigos, intelectuales y artistas (Martí Royo, Albert Boronat, Rafael Bartolocci y otros) que tenían esta sensibilidad y pudimos hacer la presión suficiente para conservar la “villa cerrada” y “el arrabal”, evitar barbaridades arquitectónicas y densificaciones exageradas, tan comunes en aquellos tiempos en muchos pueblos de costa. Esto se ha traducido en un paisaje urbano más amable, más urbano.
¿Y cómo te inspiras para diseñar un edificio?
Me inspiro hablando con la gente que debe usarlo. He tenido la suerte de poder hacer bastantes casas unifamiliares por encargo y casi siempre hemos acabado siendo amigos, en algunos casos muy amigos. Si no hubiera escuchado lo que querían y no hubiera sido capaz de plasmarlo en mi diseño, sería imposible que se creara ese tipo de relación.
Para mí, tener amigos que viven en casas que yo he hecho es algo muy bonito porque, de alguna forma, formas parte de sus vidas en todo momento.
Por lo general, ¿crees que las ciudades están bien diseñadas?
Mira, nunca había habido tantos técnicos en urbanismo en las administraciones públicas como ahora, pero nunca habían tenido tan poca influencia en el resultado como ahora. Es decir, aunque hay muchos arquitectos en la administración, el resultado no es que las ciudades sean mejores y, gran parte de la culpa, la tiene la gestión que políticos, de uno y otro color, hacen. Siempre hay excepciones, pero sin querer ofender a nadie, creo que falta talento y, sobre todo, falta valentía.
Por ejemplo, está claro que en el futuro el transporte individual privado no será el automóvil, pero no se está enfrentando de forma racional el paso del modelo actual al modelo del futuro. No se puede realizar el cambio de modelo solo poniendo pegas al transporte individual como se está haciendo en Barcelona. Lo que creo que debería hacerse es incentivar el uso del transporte público haciéndolo limpio, rápido y cómodo. La gente no es tonta y no hace falta que le obliguen a hacer nada, pero es necesario que le ofrezcan una alternativa más atractiva.
Deberíamos plantear un sistema de convicción, no de prohibición. Subiendo el nivel, y más allá de los criterios profesionales, creo que este es un problema de nuestra sociedad, donde parece que gobernar es prohibir. Creo que es mejor prescribir, proponer, convencer, acondicionar, que prohibir.
Un ejemplo son los usos de los locales o los usos del suelo. Se hacen planes de usos muy restrictivos, muy rígidos y mal diseñados, y no hay valentía suficiente para adaptarlos a las necesidades reales de la ciudad, menos a las futuras. Es necesaria más libertad, aunque sea con más requisitos y más condiciones.
En Barcelona, ¿faltan tantos espacios verdes como se llama?
Creo que existe algo de exageración en este tema. Sí necesitamos más espacios verdes, pero no para que la gente no tenga suficiente para el ocio, que también pasa en los barrios, sino para ayudar a purificar el aire y que haya menos contaminación. Barcelona tiene la misma población que hace más o menos 30 años y las zonas verdes se han incrementado mucho. Faltan espacios verdes, sí, pero no es un drama. A veces parecen buscar soluciones a problemas que no son reales.
Es lo mismo que ocurre con este urbanismo que hace diferencias entre unas y otras calles. Por ejemplo, ahora están convirtiendo la calle Consell de Cent en una calle peatonal o zona verde. Algunos nos preguntamos, ¿por qué? ¿Son distintos estos vecinos que los de la calle Valencia o Diputació? ¿Y ya se ha pensado en el efecto negativo que tienen este tipo de actuaciones en estas otras calles? Seguramente sí, tal vez no, pero, en todo caso, no está bien explicado.
¿Qué piensas del tema de la sostenibilidad en la construcción y de la rehabilitación?
Es el tema de moda por una razón muy clara, la sostenibilidad es lo que nos va a permitir sobrevivir. O hacemos un planeta sostenible o no tendremos planeta. Es el gran reto de las autoridades europeas que se han fijado para 2050, aunque personalmente pienso que es un plazo demasiado largo.
El objetivo es que todos los edificios sean prácticamente cero emisiones. Estoy muy interesado en este tema, estudiando cómo podemos hacer esta transición del desperdicio energético a la eficiencia energética y cómo afecta esto a las personas. Mucho del trabajo que realizamos actualmente en el despacho está centrado en la rehabilitación. Utilizamos técnicas de mediación para hablar con los vecinos y convencerles de la oportunidad que representa ahora rehabilitar sus edificios y hacerlos eficientes. Los profesionales inmobiliarios debemos implicarnos. El conocimiento de los valores, costes y formación de precios ayuda.
¿Y cómo lo haces?
Estoy disfrutando mucho de este trabajo sobre todo por el trato con la gente. A menudo hablamos con gente muy sencilla, que quizás nunca se habían planteado este tema, pero cuando se lo explicas y te entienden, se motivan y se ponen de lo lindo. Pienso que al final del proceso no solo van a vivir mejor, sino que van a mejorar las relaciones personales. Esto es muy motivador. Además, les haces ver que su patrimonio, su piso, está amenazado con perder valor rápidamente y con la rehabilitación se revalorizará con seguridad para mucho tiempo.
Es importante tener en cuenta que en Cataluña y en España tenemos un parque inmobiliario muy viejo y construido con materiales de baja calidad. Mientras en muchos países de Europa las ciudades se reconstruyeron en los años 50 del siglo XX, después de la 2ª Guerra Mundial, y se hizo con materiales buenos, aquí se hizo en los años 40 y con materiales de baja calidad. Debemos aprovechar las ayudas de Europa para realizar esta renovación.
Los profesionales tenemos la obligación de concienciar a la gente de que tenemos un problema muy grande, que la pobreza energética está aquí y afecta a mucha gente. Debemos hacer pedagogía y explicar que con edificios más eficientes, mejor aislados, el gasto energético desciende mucho y la pobreza energética desaparece. Además, ahora podemos realizar estas mejoras con un coste muy reducido gracias a las ayudas de la Unión Europea. Es un tema muy importante de cara a propietarios y usuarios. Dentro de cuatro días, en Francia ya el próximo año, los pisos que no sean energéticamente eficientes no se podrán vender ni alquilar. En España tardará algo más, pero llegará. Los profesionales inmobiliarios deberíamos implicarnos activamente en este cambio de paradigma, es un reto, pero es una gran oportunidad.
Hablemos de leyes. ¿Qué piensas de la ley de costas?
Creo que ya hemos construido bastante cerca del mar y que ya no hace falta construir mucho más. Lo que no me gusta es el argumentario que utilizan que dice que debemos abandonar el espacio cercano al mar porque será inundable. Me rebelo contra ese razonamiento. En Países Bajos, por ejemplo, viven bajo el nivel del mar prácticamente todos. Y lo que han hecho es aplicar la tecnología para proteger el territorio, no lo han renunciado.
¿Y de la ley para limitar los alquileres?
Aquí tengo una opinión clara: tal y como se plantea hasta ahora es un error.
Quienes nos dedicamos al sector inmobiliario sabemos que este tipo de medidas restringen el mercado, bajan el interés de los propietarios para alquilar y hacen que pisos, susceptibles de ser alquilados, pasen al mercado de venta, lo que aumenta los precios de alquiler por falta de oferta. Socialmente es un fracaso si no se acompaña de otras medidas. A otros países se han acompañado otras medidas. El problema de la vivienda en España viene de lejos. La ley del suelo ya obligaba a la cesión del 10 % de los terrenos a la administración para que se hiciera vivienda pública, pero la administración en vez de construir no hizo los deberes cuando tocaba y ahora nos encontramos con un problema enorme.
Ahora no vale traspasar el problema al sector privado, sin que el sector público haya hecho su parte, como en Francia, Alemania o Reino Unido. En estos países tienen una bolsa de vivienda pública enorme para dar solución a aquellas personas que carecen de recursos y les hacen pagar un alquiler simbólico o ajustado a sus capacidades económicas.
Es un tema complicado, que requiere una reflexión profunda y una acción a largo plazo. Es necesario considerar la insolvencia en la demanda como una situación no permanente que requiere una atención prioritaria de la administración. Esto significa mejorar mucho la gestión inmobiliaria del patrimonio público.
¿Cuál es la solución?
Esto no va de limitar el precio de los alquileres a 400 €, o una cantidad determinada, que mucha gente tampoco puede pagar, esto va a que la administración tenga un parque de vivienda para ofrecerlo a la gente sin recursos. Y lo cierto es que, de palabra dicen mucho, pero no se está haciendo mucho para aumentar el parque de vivienda pública. Existe una forma mucho más razonable que es, por ejemplo, comprar edificios enteros viejos e ineficientes para rehabilitarlos y destinarlos a vivienda social de alquiler y titularidad pública. Y gestionarlos bien.
Y permíteme que te diga que tenemos otro problema enorme en Cataluña y es el de las personas que no pueden salir a la calle. Personas con movilidad reducida que viven en un piso, en Gràcia, Sants, el Eixample y otros barrios, en una finca sin ascensor. Ahora se están modificando las leyes para facilitar el poner ascensores, pero eso cuesta dinero. Y no estamos hablando de un problema que afecte a poca gente. Hablamos de casi 200.000 personas solo en Catalunya susceptibles de ser prisioneras en su casa. La solución se encuentra en la arquitectura, al realizar adaptaciones que ahora tenemos a nuestro alcance. Rehabilitar edificios y hacerlos eficientes energéticamente y accesibles. El sector inmobiliario debe reaccionar activamente.
Se habló durante la pandemia de convertir locales a pie de calle en viviendas. ¿Qué piensas?
No es un tema fácil porque hay muchos de estos locales que acaban en un callejón sin salida y la ventilación cruzada es muy compleja de alcanzar y, por tanto, son lugares poco saludables para vivir. No todo vale. En Barcelona existe un problema grave de infravivienda , de personas que viven en pequeños locales que no tienen ni 20 m2 y , por supuesto, no tienen cédula de habitabilidad porque no cumplen las condiciones mínimas que debe cumplir una vivienda. Quizá deberíamos tener unas políticas con menos prohibiciones y más intervenciones para solucionar problemas como estos.
¿Cómo ves la nueva ley española de la vivienda que se está preparando ?
Yo creo que una ley de la vivienda es necesaria. Aquí en Cataluña tenemos una y, hay cosas que me gustan más y otras menos, pero creo que es necesaria. Creo que uno de los problemas graves es la inseguridad jurídica, la variabilidad de las normas es una barrera para atraer a la inversión privada.
El problema de los desahucios, que es muy grave, viene de la falta de políticas de vivienda pública que antes comentábamos y es la administración pública quien tiene la responsabilidad de solucionarla, no el sector privado. Y esta falta de seguridad jurídica se traduce en problemas como el de los okupas, que hacen que haya gente que tiene su patrimonio ocupado, al tiempo que es muy rentable para las mafias este tipo de actividad. Y esto es un problema que afecta básicamente a Catalunya donde, tanto el problema de los desahucios como el de los empleos, son muy graves, mucho más que en el resto de España. Creo honestamente que una sociedad avanzada no puede permitirse dejar estos temas sin solucionar. Las alternativas habitacionales deberían ser inmediatas y públicas y gestionadas con transparencia.
Explícame qué planes de futuro tienes.
Quiero seguir uniendo tres cosas que pueden parecer desconectadas pero que no lo están demasiado. La mejora del parque edificado, la solución dialogada de conflictos y la economía de las familias.
Debemos seguir avanzando en aspectos técnicos para ir hacia la eficiencia energética, hacia contaminar menos (nada) y vivir de forma más saludable. Pero también al salvaguardar el patrimonio de los pequeños propietarios que, con mucho esfuerzo, han adquirido un piso, que si no lo rehabilitan, también energéticamente, está en riesgo cierto de perder valor.
Veo un reto de futuro pero al tiempo veo que es necesario implementar una cultura de la mediación. Es muy bonito ver a comunidades de propietarios que prácticamente no se hablaban y que ante un proyecto de rehabilitación, empiezan a hablar ya colaborar entre ellos, empiezan a construir unas relaciones inexistentes hasta el momento. Es muy importante recuperar relaciones comunales y vecinales que a menudo estaban dañadas por problemas inexistentes, casi virtuales, pequeños malentendidos, que podemos suavizar si ponemos algo de buena voluntad.
Por eso, reivindico la mediación técnica, sin mucho éxito, debo reconocer. He dedicado mucho esfuerzo y horas a la mediación técnica pero creo que hoy por hoy, soy el único API que lo ha hecho en serio. Ni se ha explicado adecuadamente ni se ha tomado en serio por parte de quien corresponda.
¿Qué piensas de las previsiones tan difíciles que se hacen del sector para finales de año?
El mercado inmobiliario funciona por ciclos, como casi todos. Si miramos la evolución en una franja de 40 o 50 años, el mercado inmobiliario se comporta como bolsa, con ciclos de subidas y bajadas. Cuando baja, todo el mundo habla, como si fuera el desastre total, pero cuando sube casi nadie dice nada. Son fluctuaciones naturales que los profesionales del sector conocemos bien.
No sé lo que realmente va a pasar, pero pienso que la vivienda nueva, bueno y eficiente, difícilmente bajará. Mientras que el de segunda mano, debe bajar a la fuerza, porque no cumple los estándares de habitabilidad ni eficiencia. Si queremos vender una vivienda ineficiente que contamina y que no tiene los mínimos de confort para vivir, debemos venderla más barata. Y en unos años, no valdrá nada como quien dice. La vivienda de segunda mano sufrirá si no se interviene realizando las mejoras que hemos hablado. Debemos hacer el esfuerzo necesario para que nuestro parque de vivienda cumpla los estándares de eficiencia y sostenibilidad que la sociedad y el planeta nos pide. La alternativa es la infravivienda y la desvalorización patrimonial de consecuencias sociales muy graves.
Por último, levantemos un poco la mirada. ¿Cómo ves la vivienda a nivel global?
Durante los últimos años he sido el presidente de los arquitectos expertos de España y, en calidad de este cargo, he representado al colectivo de expertos en valoraciones en la UE en Bruselas y he tenido la oportunidad de conocer las directivas europeas que hacen referencia a la renovación del parque inmobiliario y la eficiencia energética, y las he estudiado.
A escala general, puedo decirte que hay muchas semejanzas entre lo que se propone en todos los países. Pero en España tenemos el problema de la carencia de un parque público de viviendas, que ya hemos comentado antes y que necesitamos urgentemente racionalizar para dar solución a los problemas de la gente más necesitada, la demanda insolvente.
La ineficiencia energética está más extendida aquí, nuestras viviendas están peor, pero las soluciones son más sencillas, por razones climáticas y porque el parque de viviendas en propiedad es más extenso proporcionalmente.
En cuanto al resto, el mercado se comporta en todas partes igual, con subidas y bajadas que, a la larga, siempre acaban siendo positivas. No creo que haya un riesgo de derrumbe del mercado, pero estoy convencido de que se volverá mucho más selectivo y las viviendas “basura” tendrán que desaparecer del mercado como ya está pasando en países como Francia. Si tienes una vivienda que no es habitable en buenas condiciones, queda fuera del mercado de venta y alquiler. Y pienso que los profesionales del sector no le hemos dado, hasta ahora, suficiente importancia a este tema, porque no estamos suficientemente sensibilizados.
Si miramos al sector del automóvil, tienen totalmente asumido esto, saben que un tipo concreto de coches no podrán circular por la ciudad y, por tanto, no tienen valor. Esto es lo que ocurrirá con los pisos dentro de dos o tres años… o 25, la ley impedirá que se pongan en el mercado los que no cumplen los estándares establecidos. Primero serán los de certificación energética g , después los f y al final sólo habrá en el mercado a y b.
Pero lo que a mí me gustaría es que la renovación del parque inmobiliario no se realizara desde la vía coercitiva. Me gustaría que se hiciera desde el convencimiento, que considero imprescindible. Con el ritmo actual, que en 2 años se han rehabilitado 60.000 viviendas, no vamos a ninguna parte. Falta más convicción, participación y complicidad de todos, de las administraciones, de los propietarios y usuarios, pero sobre todo y, importantísimo, de los profesionales del sector inmobiliario.