Sicus Carbonell es un hombre entrañable, a quien siempre le digo que para mí es como un hermano. De mirada alegre, con una sonrisa lista para todo el mundo, y como no puede ser de otra manera, con la música a flor de piel. Ama sus orígenes y está tan orgulloso de ello que ha hecho que sea su motor vital. Cuando sube a los escenarios, embelesa con la guitarra y las palabras, siempre emotivas. Es todo un referente de la rumba catalana, que ha recibido y vivido como legado de sus antepasados.
Sicus, ¿qué es para ti el hogar?
El hogar es la familia. Hogar y familia son lo mismo para mí. Mi hogar no es el sitio donde duermo, es donde tengo a toda mi familia.
Tu naciste en el barrio de Gracia de Barcelona, un barrio especialmente querido por la comunidad gitana. ¿Nos compartes algún recuerdo?
¡Tengo muchos! El barrio ha cambiado muchísimo desde entonces. Para ponerte un ejemplo, los lunes por la noche íbamos al cine Texas, ahora ya cerrado, porque era el día en que el cine estaba reservado para los gitanos. Nos traíamos la cena, la cazuela de “escudella” y entre película y película cenábamos allí mismo. Aquello era barrio, era comunidad, ahora sería impensable.
Ha cambiado mucho todo, algunas cosas por mal y otras por bien. También recuerdo las bodas gitanas de antes y, en general, recuerdo a mucha gente que ya no está, familiares y amigos a los que echo en falta. Siempre tengo una nostalgia especial cuando pienso en la época vivida entre los años 80 y 90 del siglo pasado.
Hablamos de este período. ¿Te marcó mucho como artista?
¡Totalmente! Cuando tenía 6 años, hace ya 41 de esto, me regalaron mi primera guitarra. Lo de cantar en los balcones, que ahora se está haciendo tanto, yo ya lo hacía en los años 80 desde el balcón de casa mis padres, en la calle Francesc Giné y los vecinos y vecinas me aplaudían. Así descubrí lo que quería hacer en la vida, mi vocación.
Pero tocó cambiar de barrio, ¿verdad?
Sí, viví entre 2000 y 2006 en Hostafrancs y después ya me trasladé a Mataró, donde sigo viviendo actualmente.
Siempre cerca del mar.
Sí, soy una persona que, aunque no sé nadar, me encanta el mar. Es como una vía de escape para mí, me relaja, me deja ver siempre el infinito.
¿Cuáles fueron tus referentes, aquellos a los que querías parecerte cuando empezaste con la música?
Yo tuve la suerte de empezar en una época, donde el nivel de los músicos gitanos de la rumba era muy alto. De Peret recuerdo que, cuando salía en la tele, se hacía un silencio sepulcral. No solo por cómo cantaba, sino por el mensaje que transmitía. Era el referente de los gitanos catalanes.
También estaba El Cacho, El Pescadilla o Agustín Abellan, Chango, que era un rumbero de Gracia, que enseñó a cantar rumba en el Gato Pérez y que hacía las mejores bodas gitanas. Todos ellos han sido mis padres musicales. He cogido un poco de todos. He tenido la suerte de escuchar mucha música, de vivirla y he tenido la suerte también de trabajar con los mejores.
Tu trabajo te ha permitido viajar por todo el mundo, conocer nuevas culturas, nuevas personas. ¿Cómo lo has vivido?
Una de las cosas buenas que te da la música es esa. Conoces a muchas personas, de lugares muy diversos, que sin este trabajo no las hubieras conocido. Me gusta ver sitios nuevos y compartir música. He estado haciendo conciertos en lugares como Chicago o Nueva York… ¡Lugares que nunca me hubiera imaginado tocar! Y como no, en Puerto Rico, Venezuela, Argentina, prácticamente en toda Europa, lo cierto es que la música me ha permitido conocer sitio y personas muy interesantes.
Cuéntame algún recuerdo.
De Puerto Rico tengo un par. El primero, es que ellos, los salseros, me llaman el Gitano Boricua (sinónimo de puertorriqueño) porque dicen que mi música es como si la hiciera uno de ellos.
Y el otro está relacionado con la salsa. Yo compro discos de salsa desde que tenía 8 años, cuando iba a buscarlos a Discos Castelló. Tengo discos del Jovani Hidalgo, uno de los mejores percusionistas de salsa que ha habido, o de Roberto Roena, de la Fania, de “Perico Ortiz”, los grandes nombres de la salsa a nivel mundial. El día que llegué a Puerto Rico yo ya sabía que toda esa gente hacía un concierto el día siguiente, ¡pero lo que no podía imaginarme de ninguna manera es que me invitaran a tocar con ellos! Y me encontré tocando junto a auténticos ídolos por mí que, además, me pedían que les enseñara a hacer el ventilador con la guitarra, como hacemos los rumberos. Es un premio que te toca, un regalo de la vida que, de repente, te coloca a tocar con un montón de gente que admiras desde pequeño.
Hablas del ventilador. ¿Qué es exactamente?
El ventilador es el movimiento que hacemos con la mano derecha cuando tocamos la guitarra y combinamos armonía y percusión. Armonía porque estamos rascando las cuerdas de la guitarra mientras con la mano izquierda hacemos un acorde, y percusión porque hacemos rodar la mano como un ventilador al tiempo que golpeamos la guitarra, como hubiera un bombo de batería.
Puede decirse que tu segunda casa son los estudios de grabación y los escenarios. ¿Cómo es esta segunda casa?
Sí, es cierto que son como una segunda casa. Yo cuando creo una canción, lo hago siempre en mi casa, en una primera fase, pero después debemos ir al estudio para poder arreglarla. En el estudio es donde la canción se cocina. Ya tienes los ingredientes, pero debes cocinarlos. En el estudio se realizan las mezclas, se masteriza, en fin, un trabajo muy importante para que el resultado final suene bien en el disco y guste a la gente cuando la tocamos en directo. Es un proceso muy largo, a veces podemos tardar tres años en tener la canción lista, pero también es mágico cuando ves como esa canción que has creado solo con una guitarra, tu hijito, va creciendo dentro del estudio hasta llegar a ser aquello algo que hará disfrutar. Por tanto, para un músico, el estudio es el hogar donde las canciones crecen.
Sé que de estos estudios has visitado muchos en todo el mundo. ¿Alguno que recuerdes en especial?
Uno de ellos ya no existe, estaba en la calle Bailén en el barrio de Gracia, los estudios Gemma. Allí grabaron a los mejores y fue donde yo, con 17 años, registré el primer disco de mi vida. Todavía se hacía todo con cinta, no existían los ordenadores, era todo sin trampa ni cartón. Si los que tocaban sabían, bien y, si no, a la calle. Aquella primera experiencia me marcó mucho y todavía podría describirte el estudio perfectamente, 30 años después.
¿Y algún escenario apreciado?
El primer escenario como profesional también fue muy especial, ¡en París! Tenía solo 17 años y tuvo que venir mi padre a firmar la autorización para poder viajar. Todavía guardo la promo, era la campaña “Hola Barcelona” del año 1992. Estábamos Quico Pi de la Sierra, los Jarabe de Caña, los Jaleo y más gente. Fue mi primera actuación como profesional. ¡Se puede decir que empecé fuerte, ni más ni menos que en París!
Hablando de casas, de hogares. ¿Cuál fue tu primera casa?
A ver, si cuentan las casas de mis padres y las de los abuelos, lo cierto es que he vivido en un montón de casas. Te cuento, la casa donde yo me crié fue la de los abuelos. Mi madre me tuvo muy joven, solo nos llevamos 18 años, y me criaron mis abuelos maternos en un piso muy pequeñito de Gracia, en la calle Diluvi, que ahora es de mi tía. Viví 6 o 7 años, hasta que los abuelos compraron otro piso en la calle Torrent de l’Olla. Era un piso nuevo que estrenar que les costó tres millones de pesetas de la época, una fortuna.
Y con mis padres, vivía también en Gracia, en la calle Francesc Giner. Estas son las 3 casas de mi infancia, sin olvidar la casa de los otros abuelos en Reus, donde pasaba la Navidad y los veranos. Era una casa entera, no un piso, y me gustaba mucho.
Y cuando te casaste…
Fuimos a vivir a Hostafrancs, primero de alquiler para ver si nos gustaba el sitio y, después salió una oportunidad y compramos un piso muy bonito con jardín en la carretera de la Bordeta. Estuvimos unos años, pero llegó la separación y mi mujer se fue, y decidí que los tres niños y yo iríamos hacia Mataró, a empezar una nueva vida. Y es aquí donde conocí a mi actual compañera. Hice el mismo proceso, primero alquiler para ver cómo iban las cosas, y después compré el piso en el que ahora vivimos. Es pequeñito, pero para mí es como una mansión.
Eres una persona muy comprometida con tu gente, con el pueblo gitano. ¿Cómo ves la situación actual de la comunidad y los cambios que han ido sucediendo?
Todos los cambios para mejorar, son buenos. Por ejemplo, en temas de escolarización y educación la mejora ha sido enorme desde los tiempos en los que yo era niño, la mayoría de los gitanos no iban a la escuela. Ahora el 99% están escolarizados en la Primaria y muchos en la ESO y en estudios superiores y universitarios. Esto es un gran paso. Gitanos y gitanas están viendo muy claro que la única forma de formar parte de la sociedad y tener las mismas oportunidades que los demás, pasa por la formación.
Sé que habéis escrito un libro de la cultura gitana, de sus referentes, de las costumbres y su cocina. Pero hablemos de las casas de una comunidad que ha sido históricamente nómada.
¡Tienen las casas igual que la tuya! ¡Con habitaciones, cocina, baño! Bromeo un poco, pero déjame contártelo bien. Mi familia materna, por ejemplo, fueron de los primeros habitantes de Gracia, hace 250 años, cuando todavía no era parte de Barcelona. De la familia paterna, todavía conservo un documento de boda de un antepasado, firmado por el arzobispo de Tarragona en 1743.
Es decir, esa faceta nómada yo, evidentemente, no la he vivido y mi familia tampoco. Los gitanos llegaron a Cataluña, concretamente a Perpiñán, que era parte de Cataluña, en 1415. Y hay muchos, como mi familia, que llevan 250 años viviendo en esta tierra sin ir arriba y abajo. Creo que lo de pueblo nómada corresponde a otros períodos de la historia y que se ha convertido un poco en un tópico. Yo te diría que, al menos en España, el 100% de los gitanos no son nómadas y viven como el resto de la población.
Antes me decías que para ti hogar y familia son lo mismo. El concepto de familia es muy importante para tu comunidad.
¡Totalmente! Como te decía, nuestro hogar es donde está nuestra familia. Y para nosotros, la familia va más allá de la pareja y los hijos. Incluye a los padres, a los abuelos, a los hermanos, a los sobrinos. Una Navidad en mi casa significa que nos juntamos 40 personas y, si no podemos hacerlo, ya no es Navidad.
Cuando buscas casa, ¿qué es lo que más valoras?
Primero, que sea en una buena zona, poco conflictiva, en la que no haya mucho ruido, de fácil acceso, céntrica o semi-céntrica y, sobre todo, que tenga los establecimientos de primera necesidad cerca. También que el piso esté en condiciones, aunque sea algo más caro. Antes era muy importante que estuviera cerca de la comunidad, pero esto ha cambiado, al menos por mí.
¿Tu casa es minimalista o llena de cosas?
Yo creo que bastante equilibrada, aunque si soy sincero, ¡hay veces que entro por la puerta de casa y encuentro cosas nuevas porque la que hace y deshace es mi mujer! Es la que organiza los cambios y reformas en casa. ¡Puede que un día llegue a casa y que la habitación esté de otro color!
Ahora que hablas de colores, ¿sois de tonos claros, cálidos, alegres?
A mí me gusta mucho el azul, el azul es el cielo y es el mar, y tanto uno como otro son infinitos y esto hace que este color sea especial para mí.
¿Casa ordenada o con tu orden?
¡Hombre! Yo quiero pensar que la tengo ordenada, pero seguramente estará dentro de mi orden y ¡no sé qué pensarán los demás! Sin bromas, a mí me gusta tener las cosas en su sitio y poder encontrarlas fácilmente. A mi hija siempre le digo: si quieres encontrar las cosas, guárdalas siempre en el mismo sitio.
¿Y cuál es tu rincón favorito de casa?
Es el sofá, pero no para sentarme. Como sabes, yo soy cristiano evangélico y, desde hace muchos años, siempre hago mi oración de la noche en el sofá. Sea en esta casa donde llevo ocho años o en las anteriores. Lo hago cuando todo el mundo está en cama ya y allí, en mi soledad, me siento aislado de todos, en paz.
¿Y dónde te inspiras para crear nuevas canciones?
La verdad es que no tengo un sitio especial. La inspiración viene cuando viene. A veces llega a las 5 de la mañana. Te viene una melodía o una letra en la cabeza y tienes que buscar cualquier rincón en el que no molestes a nadie. A veces incluso me cierro en el baño.
¿Hay algún objeto que siempre te acompañe?
Más de uno, la verdad. Uno de ellos, como no podía ser de otra forma, la guitarra. Incluso cuando voy de vacaciones. También soy muy maniático de mi almohada. Una almohada pequeña que me va muy bien para las cervicales.
Hablemos de nuevos proyectos. ¿Qué tienes entre manos?
Ahora, y eso casi nadie lo sabe, estoy grabando un nuevo disco. Es un tema algo especial y de los que más me gustan, los que llegan por casualidad. Con el grupo ES Media, con los mismos que estamos haciendo el espectáculo en el teatro Apolo, haremos un espectáculo en Navidad que estrenamos el 20 de diciembre. Serán siete funciones e irán acompañadas de un disco: “Navidades con sabor a rumba”. Hacemos los villancicos típicos, algunos en catalán, algunos en castellano y algunos en inglés, acompañados de cinco villancicos que he compuesto especialmente para el disco.
Para el próximo año, estamos preparando otro proyecto de teatro que todavía no tiene nombre, pero que será de éxitos de grandes artistas pasados a rumba. Son de esas cosas que te venden y que nos hace mucha ilusión hacerlas.