¿Cómo te defines, Vanessa?
Nunca me han gustado las etiquetas ni definiciones, pero si he de hacerlo, supongo que me defino como un alma inquieta e inevitablemente ligada al arte y la creación.
¿Qué es para ti el hogar?
El lugar, o más bien el estado, donde me encuentro en paz, sin ganas de estar en otro sitio, donde puedo ser auténticamente yo.
¿Cómo descubriste tu vocación?
No sé si puedo describirlo así, no sé — aún a estas alturas — si descubrí mi vocación o ella me descubrió a mí. Nunca dudé que me iba a dedicar al arte. He pasado, desde la niñez, por el ballet clásico, la interpretación, la dramaturgia, la fotografía y ahora el cine, que es lo que ha permanecido más tiempo. No descarto la literatura o el videoarte como formas de expresión en un futuro cercano, siempre compaginándolo con el audiovisual.
Hablando de las primeras veces, ¿cómo fue la primera vez que hiciste tu primera filmación? ¿La primera vez que estrenaste un documental?
Las primeras veces están siempre cargadas de emoción. Son inicios de nuevas aventuras y eso para una sagitario como yo, es sinónimo de diversión, de reto, de adrenalina. Mi primera filmación fue mientras estudiaba cine, un cortometraje que servía de trabajo de final de año. Fue una experiencia caótica y maravillosa al mismo tiempo. La primera vez que estrené documental, estaba hecha un manojo de nervios.
¿Y la primera vez que escogiste tu casa?
La primera vez que escogí mi casa tuve una sensación de felicidad enorme.
Sé que viniste a estudiar a Barcelona en el EMAV. Pero en Cuba hay escuelas de cine que son excelentes. ¿Cómo viviste ese cambio?
Decidí emigrar siendo muy joven, mientras estudiaba aún Dramaturgia en el Instituto Superior de Arte de Cuba. Tardé casi un par de años en empezar a estudiar aquí, pues creo que es el tiempo mínimo que alguien que emigra necesita para establecerse mínimamente en un lugar nuevo que es tan diferente al de origen. Es cierto que todo el mundo asume que siendo cubana y dedicándome al cine he estudiado en Cuba, especialmente en San Antonio, pero la realidad es otra.
¿Cómo se llega a ser directora de documentales?
Me considero directora, así en general, aunque es cierto que en lo que tengo más experiencia es en documental. Se llega a serlo queriéndolo mucho, insistiendo hasta más allá del cansancio, teniendo muy claro que es lo que quieres hacer. Hay que estar dispuesto a permanecer en esa lucha constante que implica levantar los proyectos, llevarlos adelante. Estar dispuesto a lidiar con la inestabilidad económica que puede provocar, si no lo llevas bien, cierta inestabilidad emocional. Creo, en resumen, que se debe amar profundamente la vocación y el camino, porque no es nada fácil, especialmente si eres mujer.
Tu primer éxito fue “Ellas”, que fue muy galardonada ¿Cómo viviste ese momento?
Realmente fue un momento muy dulce y muy duro a la vez. El reconocimiento, tanto del público como de los jurados, es siempre una validación para quién crea para los otros. Es muy agradable que tu trabajo inspire, haga reflexionar y muestre realidades que se creen superadas, pero que no lo son. La parte dura viene porque crees que eso va a ser un punto de inflexión, que te permitirá tener más trabajo o al menos acceder a otro tipo de proyectos. En mi caso, al menos, no fue tan evidente. A la larga lo he agradecido porque me enseñó desde bien pronto la importancia de la humildad y de la constancia.
¿Cómo nacen las historias a las que tú das vida?
De maneras distintas, unas me llegan en forma de inspiración espontánea. Otras son consecuencias de historias que escucho, de vivencias personales o de alguien cercano. Y muy a menudo las inspiran otras obras de arte, ya sea literatura, artes visuales o música.
Alcanzas tú mayor éxito con “Los que se quedaron”, donde hablas de emigración, de los sentimientos de dejar un país… ¿Cómo te documentaste? ¿Cómo nació el proyecto?
El proyecto nació en una conversación con mi padre que es periodista de profesión, pero que estudió Historia. Estábamos en el balcón de casa de mi hermano, y a propósito del nacimiento de mi sobrino mayor (el primer catalán de la familia) comenzamos a imaginarlo. El proceso de documentación e investigación fue bastante largo, pasaron al menos un par de años hasta que comenzamos a filmarlo, y fue simultáneo en La Habana y aquí en Cataluña.
También te adentraste en el mundo de la ficción, con “274.” ¿Crees que dar vida a un libro es más complicado o difícil que crear de cero?
En eso estoy ahora mismo. “274” será mi opera prima en ficción y se encuentra actualmente en la etapa de desarrollo. Es un proyecto que ha crecido mucho desde que en el 2017 empezamos a trabajar en él, Andrés Pi Andreu (el autor del libro) y yo. Poco después se incorporó Claudia Olivera, la productora y quien también le ha aportado muchísimo. Ganamos la primera convocatoria del Fondo de Fomento para el Cine Cubano en la categoría de Desarrollo y en estos momentos hemos terminado otra versión de guion en la que ha intervenido Isidora Marras, guionista y directora chilena, pues hemos trasladado la historia a Santiago de Chile. Creo que tanto crear desde cero como adaptar una obra literaria tiene sus particularidades, su grado diferente de complejidad.
Creo que eres una mujer muy inquieta. ¿Los guiones de tus películas y documentales los escribes tú?
Normalmente sí, los escribo yo. Aunque en algunos casos (como he explicado antes con “274”) colaboro con otros creadores.
Siempre se dice que con las películas y los libros viajamos a lugares donde hemos estado u otros que no. ¿Cómo es tu universo?
Es difícil conceptualizar el universo propio. Diría que es uno lleno de emoción, que es lo que me interesa provocar en el espectador, porque creo que es lo que da paso a la reflexión y a la empatía.
Actualmente estás desarrollando un proyecto en Cuba. Cuéntanos sobre el documental “Calle Cuba entre el sol y la amargura”.
Este documental es el otro proyecto que forma parte de mi presente y es sumamente especial para mí, ya que lo codirijo junto a Guillermo Barberá, que además de ser realizador y director de fotografía, es también mi pareja hace casi una década. Es un documental que trata sobre la vida de 5 mujeres de diferentes generaciones que viven todas en la calle Cuba, que está en la Habana Vieja. Por resumirlo, podría decirse que es un retrato de la isla a través de la lucha y los sueños de estas mujeres. Hemos acabado de filmarlo y actualmente estamos iniciando la etapa de postproducción. Es un proyecto muy lindo que ha obtenido ya el apoyo del Fondo de Fomento para el Cine Cubano en la categoría de producción, del programa Línea Abierta de la Consejería de Cultura de la Embajada de España en Cuba, así como del Fondo Go Cuba, del World Cinema Amsterdam y el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino de los Países Bajos. También, como “274” es producido por Claudia Oliver de Dsafía Producciones.
¿Cómo crees que está el cine y concretamente el documental?
Bueno, creo que una cosa es cómo está el cine y otra cómo va la industria. Es obvio que esta última recién ahora empieza a recuperarse de la crisis que ha supuesto la pandemia, que ha obligado a cerrar cines, cancelar festivales y eventos. Esto ha hecho que las plataformas tengan más protagonismo. Hay que retomar los niveles de producción prepandémicos y seguir fomentando la existencia de narrativas más específicas, mediante la financiación pública, así como fomentar la privada. En el caso específico del documental, es un género que es como el hermano pobre de la ficción. Lamentablemente, hay una realidad cíclica en la cual no hay suficiente financiamiento, pues es un género que no tiene tanto público.
Hemos pasado una pandemia, ¿cómo has vivido ese encierro forzado? ¿Lo has aprovechado para crear nuevos proyectos?
Desde luego, la pandemia sirvió para trabajar sobre todo en estos dos proyectos en los que estoy ahora, así como empezar a pensar e investigar otros.
Hablando de las nuevas generaciones. ¿Qué hacer para que sientan cariño por el cine? ¿Y por los documentales?
Creo que es necesario un proceso de educación consciente sobre la importancia del cine como medio de expresión artística, como reflejo de culturas. Es difícil porque las nuevas generaciones están saturadas de contenidos audiovisuales, de diferentes calidades y duraciones. Una buena idea sería preguntarles a ellos qué creen que es necesario para que se sientan más cerca del séptimo arte.
¿Qué les dirías a los jóvenes que quieren dedicarse al mundo del cine?
Les diría — les digo cada vez que tengo oportunidad — que tienen que estar enamorados del cine para poder dedicarse a él. Enamorados del proceso, sin expectativas, enamorados de la parte más difícil. Muchas veces se sienten más seducidos por las alfombras rojas y los focos que por el mismo acto creativo. Es importante que sepan que eso es solo un porciento — que por lo general pequeño — de la vida del cineasta. La mayor parte se trata de trabajar duro, lidiar con decepciones y tener que batallar por sacar adelante los proyectos. Aun así, es una profesión maravillosa.
Las casas en Cuba son todo un mundo. ¿Cómo son las casas donde tu viviste?
Las casas de mi infancia fueron apartamentos pequeños en Alamar, una especie de ciudad dormitorio al este de la Habana. En el año 2000, mi familia se mudó a Santos Suárez, en una casa de los años 40, con puntales de casi 6 metros y columnas en el comedor, con mucho más espacio y encanto.
¿Has vivido en muchas casas? ¿Qué recuerdo guardas de cada una de ellas?
He tenido que contarlas para responder y si no me olvido de alguna (no he tenido en cuenta las estancias cortas) he vivido como en 10. Los recuerdos son tan variados que necesitaría una entrevista solo para responder a esto. Pero tengo la sensación de que puedo recordar momentos felices en todas.
¿Qué es lo que más valoras cuando buscas una casa?
La luz es siempre lo más importante para mí, lo que más necesito. Por temporadas, como ahora, paso mucho tiempo trabajando en casa, así que también agradezco que sea espaciosa. Pero, sin duda, la luz es el elemento imprescindible.
¿Qué echas de menos de Cuba cuando estás en Barcelona?
A mis padres, sobre todo. Mis amigos, los que quedan y los nuevos. Al Malecón de La Habana.
¿Te ves dejando Barcelona para volver definitivamente en Cuba?
En breve, habré pasado la mitad de mi vida en Barcelona. Esta es también mi casa, así que no me veo renunciado a ella. Siempre me he planteado el futuro más o menos como ha sido hasta ahora, entre los dos lugares.
¿Tienes una casa minimalista o llena de muebles?
No tan minimalista como me gustaría, aunque es un propósito.
¿Hay algún objeto que siempre te has llevado contigo a todas las casas?
Varios, todos con un valor sentimental. Desde obras de arte hechas por amigos hasta un gramófono que me regaló una amiga canaria por mi cumpleaños en el 2005.
A la hora de pintar una casa, ¿te gustan los tonos cálidos o el blanco?
Cuando era más joven experimenté con colores cálidos y era divertido, pero desde hace tiempo prefiero siempre la paz que me regalan las paredes blancas.
¿Tienes un rincón de la casa donde te inspiras para escribir?
Tenemos un estudio donde trabajamos, que básicamente es un ventanal y es muy inspirador.
¿Eres muy ordenada o tienes tu orden en casa?
Intento serlo cada vez más, aunque nunca ha sido un rasgo de mi personalidad. Con los años, sin embargo, valoro cada vez más el orden.
¿Cuál es tu rincón favorito de la casa?
Ciertamente no tengo uno, para mí cada rincón tiene su magia, sus momentos. En mi cocina, gracias al talento culinario de mi pareja, ocurre la alquimia. El salón en invierno, junto a la chimenea, o la terraza en verano para compartir con amigos. Cada espacio tiene su historia y su energía propia.
¿Qué proyectos tienes para este año 2022?
Parte de esta profesión implica tener la capacidad de llevar varios proyectos paralelamente, pues todos tienen su ritmo. Además de “Calle Cuba entre sol y amargura” y “274”, estoy terminando un fashion film que también filmamos en Cuba y empezamos a darle forma en un documental de creación a partir de un material que grabamos hace 5 años.